Cuando queremos a un amigo, esto libera en nosotros la capacidad de amor y ternura y, desde el momento en que estos sentimientos se liberan, podemos darlos a los demás. Y si nos creíamos incapaces de algo, nos sentimos preparados para cualquier cosa grande, porque aprendimos a amar.
Asimismo, sólo con pensar en que la compasión, la razón y la paciencia son buenas no es suficiente para desarrollarlas. Es en los momentos difíciles cuando debemos intentar ponerlas en práctica. Y por supuesto, no son nuestros amigos sino nuestros enemigos los que más problemas nos dan.
Entonces ¿debemos considerar a nuestros amigos y también a nuestros enemigos como maestros de vida?
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