Einstein - Nueva Acrópolis
«Intenta convertirte no en un hombre de éxito, sino en un hombre de valor».

Ya decía Einstein que los períodos de crisis son positivos para los seres humanos, porque estimulan cualidades que permanecen latentes en los ciclos de bonanza, como el ingenio y la imaginación, que son las que promueven los avances y las oportunidades de mejora.

Una de esas consecuencias positivas es la necesidad de reflexionar sobre los valores morales, que se reconocen en el fondo de toda crisis. En efecto, lo más preocupante de las situaciones que vivimos y que consideramos críticas, no es únicamente sus efectos calamitosos sobre la actividad económica con sus consecuencias devastadoras. Eso, con ser muy negativo, no es lo peor que nos está pasando. Lo peor es el desconcierto con respecto a lo que debe ser, aquello por lo que vale la pena vivir, lo que tiene valor para los seres humanos, lo que a pesar de las dificultades nadie nos podrá quitar. Cunde el desánimo que produce conocer las conductas de personajes que deberían ser ejemplares, por desempeñar cargos de responsabilidad, comprobar que muchos, tal vez demasiados, en lugar de buscar el bien común, persiguen el propio beneficio, cuando no el enriquecimiento fraudulento… con tales modelos, la vida social corre el peligro de reproducir el siniestro lema de “el hombre es un lobo para el hombre”, que dijo Plauto y popularizó Hobbes.

Y aparece la propuesta de recuperar los valores como una de las posibles salidas a una crisis que es sobre todo moral, en el sentido clásico de la aplicación práctica de unos principios éticos, una visión del mundo que se sustente en ideales compartidos y reconocidos como válidos por todos.

De nuevo, la Filosofía a la manera clásica, tal como la comprendemos en Nueva Acrópolis, como una forma de vida, sustentada en una ética atemporal, se nos ofrece como el mejor modo de profundizar en el debate sobre los valores ahora tan necesario. La humanidad ha recibido una herencia espiritual en sabiduría, en conocimiento, que sigue viva y vigente. Es el principal tesoro al que aferrarnos en tiempos inciertos.